De los comentarios de la publicación anterior sobre el jubilado que asesinó a su vecino en Navidad por la música alta, se desprende que se pone en cuestión una de las funciones fundamentales del Estado: el monopolio de la coacción física legítima. Su uso es la razón por la cual surgieron en la sociedad moderna: la posibilidad de que la seguridad y la paz en la sociedad la garantice el Estado. Sin embargo, se desprende que esa función no la cumple adecuadamente, y por lo tanto se “entiende” al vecino que asesinó al otro porque la policía, brazo ejecutor de esa fuerza, no puede cumplir con esa función. En este contexto, la persona es comprendida ya que las instituciones están en crisis y la vida en común es conflictiva, sin parecer tener una solución a través de diferentes mecanismos personales (diálogo) o institucionales (mediadores, defensorías públicas o policía), lo que refleja la desesperación de una sociedad por no lograr una vida en común.
Una de las razones de los problemas generados por el ruido es el hacinamiento que se vive en las sociedades urbanas actuales: el estar unos al lado del otro, la precariedad de las viviendas, y también el comportamiento cultural de las personas. Es decir, no saber vivir en comunidad y resolver las diferencias de forma adecuada es un problema político por excelencia. De hecho, la noticia tiene tantos comentarios porque evidentemente en Fray Bentos, como en Buenos Aires, los problemas de convivencia parecen ser iguales. Ayer en Young hubo una reunión con la sociedad y las autoridades sobre el tema. No es para “copiar” nada ni tampoco es importante si llegamos o no a tiempo a reflexionar sobre el tema, ya que parece algo permanente y de difícil solución.
El hecho que la noticia no se haya generado en Fray Bentos no es un problema, ya que lo que ocurre en otros lugares nos permitió ver que esos temas son mucho más frecuentes de lo que pensamos y son unas de las principales denuncias de convivencia entre los vecinos: los ruidos molestos.